Josefina Martínez: “Detrás de los libros de autoayuda para niños está la expectativa adulta de lograr un buen comportamiento”


La psicóloga y Magíster en Psicología Clínica Infantojuvenil, reflexiona sobre la relación entre literatura, emociones e infancia, y cuestiona el uso de textos orientados al control del comportamiento infantil. Además, desde su trabajo en fundaciones que abordan el abuso infantil, analiza el rol del adulto en la prevención de este tipo de violencia.

En septiembre, Biblioteca Escolar Futuro (BEF) dio inicio al proyecto “Literatura y emociones”, una iniciativa desarrollada en conjunto con la Escuela de Psicología de la Universidad Católica y la profesora Catalina Álvarez, coordinadora del curso de Práctica Profesional y del Programa de Magíster de la Escuela. El objetivo es que estudiantes de quinto año de la carrera y del Magíster comprendan cómo la mediación de la lectura infantil puede favorecer el desarrollo de habilidades socioemocionales. 

Actualmente, cerca de 60 de estos estudiantes se encuentran, una vez a la semana, en la sede del Campus San Joaquín del programa Bibliotecas UC, trabajando con escolares de cuarto básico del Colegio Julio Barrenechea -establecimiento en convenio con BEF y ubicado cerca del campus- para aplicar estos aprendizajes en terreno dentro del marco de su formación profesional.

Antes de comenzar esta experiencia, los futuros psicólogos y psicólogas participaron en la capacitación “Literatura y emociones”, dictada por Josefina Martínez, psicóloga clínica de la Universidad Católica y Magíster en Psicología Clínica Infantojuvenil de la Universidad de Chile. La destacada profesional, quien además forma parte del Consejo Nacional de Prevención de Abusos y Acompañamiento de Víctimas de la Conferencia Episcopal de Chile y de la Fundación Para la Confianza, abordó la importancia de fomentar el gusto y el disfrute por la lectura, reconociendo a niños y niñas como sujetos activos y reflexivos, capaces de construir significados más allá de las lecciones explícitas presentes en los textos literarios.

Conversamos con ella sobre esta experiencia, su visión sobre la relación entre literatura, emociones e infancia, y su enfoque en la prevención del abuso infantil.

¿Qué temática abordó el taller? 

La relación entre la mediación lectora y la educación emocional: la idea fue que los estudiantes en práctica de la carrera de Psicología UC pudieran reflexionar críticamente en torno al binomio literatura–emociones, un tema complejo y controversial. Muchas veces, la literatura se instrumentaliza y se utiliza para abordar ciertos temas, imponiendo significados a los niños que se alejan de la literatura en sí.  

¿Podrías profundizar en las razones por las que este tema resulta controversial? 

Hoy vivimos en medio de un boom de las emociones. Actualmente, todo lo relacionado con nuestro mundo interior ha adquirido una gran importancia, tanto para comprendernos a nosotros mismos como para relacionarnos con los demás. Sin embargo, este cambio es más bien de forma que de fondo, ya que el énfasis sigue estando en cómo la razón puede dominar a la emoción. Bajo esta lógica, han surgido numerosos libros dirigidos a niños, y dentro de ellos, un grupo ampliamente difundido es el de los llamados libros “para algo”: para dejar el pañal, para dejar el chupete, para dejar de llorar, para controlar las pataletas o para el niño que no quiere comerse toda la comida, entre otros.  

¿Por qué no serían obras literarias? 

Estos libros gozan de gran popularidad entre educadores y familias; sin embargo, desde el ámbito literario se cuestiona su carácter como obras literarias, ya que suelen carecer de recursos como la metáfora, el lenguaje simbólico o el uso poético del lenguaje. Se escribe desde la libertad creativa, no con una intención fija. En cambio, estos libros buscan claramente inducir ciertos comportamientos en los niños como lecciones disfrazadas de cuentos. Son una especie de libros de autoayuda para niños que, en realidad, no son para ellos, sino para los adultos que desean que los niños logren ciertos objetivos para sentirse tranquilos. Esa es la principal crítica.  

¿A qué se debe la popularidad de estos libros?

La oferta que hay detrás de la literatura de autoayuda emocional es la promesa del éxito: si aprendes a controlar tus emociones, ellas no controlarán tu vida, y así serás una persona exitosa. Detrás de los libros de autoayuda para niños está la expectativa adulta de lograr un buen comportamiento. Como educadores y psicólogos, debemos entender que los niños necesitan encontrar en la lectura el disfrute mismo de leer, una experiencia que les permita abrir su mundo y desarrollar un sentido crítico. La literatura es emoción y no debe estar reñida con la educación emocional, ambas pueden conversar bien.  

¿Qué aspectos debería considerar una persona al elegir un libro para su hijo, hija o estudiante, según tus criterios? 

Debe fijarse en los temas que le gustan o le interesan al niño o niña. Yo les diría: “aléjense de la lección”. Por ejemplo, si un niño hace pataletas, no compren ni pidan libros que le indiquen cómo controlar la rabia; aléjense de esos libros. Busquen lecturas que fomenten el goce y el placer por leer, para que los niños puedan ver el libro como un amigo, no como un enemigo; como una invitación, no como algo que los hará salir corriendo porque, al final, solo busca enseñarles algo.  

¿Cómo influye en la relación del niño con la lectura el que los adultos le permitan elegir libros según sus propios intereses, y no con el objetivo de alcanzar un comportamiento deseado? 

Permitir que el niño elija según sus propios intereses favorece un acercamiento más amoroso y amistoso a la lectura. Hoy nos quejamos de que los niños no leen, que no les gusta leer o que lo encuentran aburrido. Sin embargo, basta con ir a una librería o biblioteca para ver a niños que desean elegir espontáneamente un libro. Pero entonces interviene el adulto y dice: “No, ese no, no es para tu edad”, porque tiene pocas letras o demasiados dibujos. Sin querer, se les transmite que leer es una tarea difícil, algo que requiere esfuerzo y seriedad, como una obligación más de la vida. Y no debería ser así. Los niños deben poder elegir libros que les gusten, siempre que no sean dañinos. Esa es la única forma de que desarrollen un gusto lector propio. 

¿Por qué los adultos tienen ese comportamiento?  

Estamos afanados en que los niños lean, pero no por el deleite de la lectura, sino por la cantidad: que lean mucho, que elijan libros con mucho texto. Desestimamos, por ejemplo, los libros álbum, donde la imagen tiene tanto peso como la palabra. Muchas veces se escucha decir: “Eso no es un libro, no tiene mucho texto, no sirve”. Siempre estamos buscando la utilidad en todo, incluso en el acto de leer. Y quizá esa sea una de las advertencias más importantes que deberíamos hacernos. 

En el contexto de la mediación lectora, ¿qué herramientas consideras fundamentales para que los adultos puedan llevar a cabo una mediación efectiva y significativa? 

Lo primero es elegir textos que les apasionen y que conozcan bien, porque esos son los libros que pueden conmover y emocionar a la otra persona. El entusiasmo se contagia, y eso marca la diferencia. También es fundamental generar un ambiente de aceptación y apertura al diálogo, con preguntas como: ¿Cómo te sentiste con este libro? ¿Qué emociones te surgieron mientras leíamos? ¿Hubo algo que no te gustó? Preguntas que abran la conversación, no que busquen extraer aprendizajes forzados, como: ¿Cuál es la enseñanza que te dejó este libro? Ese tipo de preguntas, mejor evitarlas. 

¿Qué te parece que Biblioteca Escolar Futuro esté integrando la temática socioemocional en sus iniciativas? 

Me parece maravilloso que tenga esta línea de trabajo, y también que, a través de ella, haya logrado abrir la universidad y proyectarla hacia distintos entornos. La BEF tiene una iniciativa muy valiosa al trabajar con los establecimientos educacionales cercanos a sus bibliotecas, y eso me parece fundamental. Por ejemplo, el proyecto que están desarrollando actualmente con estudiantes de Psicología UC, es una tremenda oportunidad para los alumnos, ya que los futuros profesionales pueden salir, vincularse con el entorno y comprender la realidad. Es importante que el mundo de la academia no esté separado del mundo real. Además, que sea la biblioteca —una instancia literaria por excelencia— la que esté impulsando este trabajo junto a la Facultad de Psicología UC me parece doblemente interesante. Permite un diálogo transdisciplinario que no siempre es fácil de lograr, porque implica distintas formas de ver y nombrar el mundo, y ellos lo han logrado.  

Josefina Martínez también realiza un trabajo destacado en fundaciones dedicadas a la prevención y detección del abuso infantil. En ese contexto, conversamos sobre el rol del adulto en diversos espacios para identificar y prevenir estas situaciones. 

¿A qué señales debe estar atento un adulto? 

El aspecto preventivo principal es el vínculo bien tratante, una relación basada en el buen trato del adulto hacia el menor. De esta forma, puedes identificar cuándo un cambio en su comportamiento indica que algo está pasando. Un niño que es tratado con respeto logrará reconocer cualquier tipo de transgresión: saber si lo están respetando o no. Además, este vínculo facilita que el niño tenga más probabilidades de expresar lo que le sucede; quizá no lo verbalice, pero dará señales de que algo está ocurriendo y confiará en que el adulto lo escuchará y creerá. Muchos niños no cuentan lo que les pasa porque temen ser castigados, generalmente por las amenazas del abusador: “Si cuentas, te van a retar o castigar, no te van a creer.” 

¿Qué otras señales se deben tener en cuenta? 

Está muy instalada la idea de que a los niños hay que enseñarles a protegerse. Es fundamental hablar con ellos sobre sus partes privadas y temas relacionados, pero no debemos confiar únicamente en eso. Porque si un adulto quiere abusar de un niño, lo hará igual. Esto pasa porque generalmente se aborda solo la parte sexual del problema y no el abuso de poder.  

¿Existe algún libro que aborde esta temática? 

No sé con qué objetivo fue escrito, pero hace poco encontré un libro genial para niños llamado “El rebaño” (Margarita del Mazo y Guridi, 2014). Trata sobre una ovejita que llega a un rebaño donde le dicen que todos están felices y que debe seguir al grupo, porque afuera todo es muy terrible. Le aseguran que el rebaño siempre estará para ella, y ella siempre para el rebaño. En las ilustraciones, se muestra a la ovejita cargando al resto de las ovejas. Posteriormente, el libro muestra a la ovejita saliendo y descubriendo que afuera hay un mundo maravilloso. Es un relato que representa el abuso de poder: el actuar del abusador, cómo va aislando, cortando vínculos y capturando a su víctima. Refleja con claridad las dinámicas de poder, un aspecto que actualmente no se aborda con suficiente profundidad en el contexto del abuso infantil, donde el énfasis sigue puesto casi exclusivamente en la transgresión corporal. Ya es tiempo de hablar también de esto.